En la celebración
del Día, 5 de junio,
Mundial del
Medio Ambiente, recordaremos que el 18 de septiembre de 1976
publiqué en la revista Blanco y Negro, del diario “ABC”, un artículo [que adjuntamos como
imagen] sobre ciclones atlánticos
que ese verano derivaron hacia Europa y hasta provocaron un accidente aéreo con
68 muertos en las Azores.
Y ya entonces advertí
los gravísimos riesgos que suponía el calentamiento global provocado por
el anhídrido carbónico y demás contaminantes que
impedían el enfriamiento nocturno de la Tierra y causaban con eso un creciente
recalentamiento al partir cada mañana de temperatura más alta que las de días
precedentes.
De eso se seguiría el deshielo de los casquetes polares y, al disminuir el peso de ese hielo sobre sus placas tectónicas, era inevitable que
éstas ‘se moviesen’ y desatasen así grandes terremotos y hasta ‘el vuelco’ del
eje de rotación del planeta (tal
como ya había sucedido en anteriores periodos geológicos), barriendo de la faz
de la Tierra a miles de millones de habitantes.
Pues, por desgracia, esas
advertencias se han cumplido, y ahora hay terremotos
asoladores --con maremotos anejos--, como el último de
Japón --que costó más de 160.000 millones de
dólares en pérdidas--, e igualmente
se han comprobado, tras alguno de éstos
--como en el de la costa andina-- , aumentos
del cabeceo del eje dicho.
Y conforme ya explicábamos
también hace más de 40 años, la consecuencia más inmediata de ese calentamiento global era que NO se hacía
de forma
homogénea, SINO que, por la diferente inclinación con que los rayos
solares caen sobre la superficie terráquea, era acumulativamente
muy superior en el Ecuador respecto de los Polos. Con lo cual se OBLIGABA a que la mezcla de temperaturas entre
ése y éstos se tuviese que hacer YA NO mediante
un régimen ‘laminar’ (a través de rizos de fricción a lo largo de los paralelos), SINO de forma fuertemente ‘turbulenta’, mediante grandes ‘espirales’ que llevasen el aire
caliente hasta las zonas polares, y frío desde éstas a la ecuatorial.
El resultado es
convertir las lluvias mansas en aguaceros
torrenciales que todo lo arrasan…, y seguidos de sequías sofocantes.
En estas condiciones,
las cosechas habituales sufrirían grandes daños, y las
pérdidas por catástrofes naturales
--que hoy el Banco Mundial llega a
cifrar en 520.000 millones de dólares anuales
de pérdidas, es decir, alrededor de unas 30 veces
más que el PIB anual de EE.UU., de unos 17.000 millones según
estimaciones recientes--, se dispararían.
Ésta es la pura realidad,
querido Trump. Y por muy Presidente que usted sea, no la podrá cambiar ni podrá
persona alguna en este mundo
--permítame que se lo diga con tal claridad-- rebatirme el razonamiento. (Va
de reto, desde luego).
Entonces, querido Donald, ¿qué consigue usted con negar esta pura
realidad?
Créame que me duele muchísimo tener que advertirle que con negar la realidad,
usted se está postulando a
añadir, a sus ya alarmantes perfiles de engreimiento y autoritarismo
paranoico, el clásico defecto
patológico de la
esquizofrenia: la
incapacidad para percibir e insertarse en el entorno: en
la pura y cruda realidad. Que
¡‘es como es’!; y que sólo
conociéndola y aceptando que existe, es como podremos influir luego sobre ella, para corregirla y mejorarla…
Pero hay que partir
siempre de lo que hay. De nada sirve ‘inventarse’
lo que NO hay.
Dr.
(Prof.) Fernando-Javier Enebral Casares